En
estos días en que me hallo preparando una charla para el ciclo de
conferencias que "Filosofia viva" organiza en Granollers (más info. en esta web),
he topado con unas valoraciones que Richard Rorty hacía sobre el
discurso metafísico, contraponiendo éste a la emergencia de lo que el
mismo bautiza como discursos ironistas (entrar a explicar qué son y
significan los discursos metafísicos y los discursos ironistas excede en
mucho la pretensión de esta reflexión; quién esté realmente interesado,
que consulte la obra, traducida al castellano, de Rorty "Contingencia, ironía y solidaridad").
Lo
interesante de lo rescatado de Richard Rorty para este artículo , es
cuando versa sobre el sentido común. Decía Descartes, que el sentido
común era, efectivamente, el más común de los sentidos, pues todo el
mundo decía estar provisto de una gran cantidad de él.
Obviamente, su expresión no era sino irónica. Pues bien, quizás tampoco
debiera parecernos tan interesante estar dotados de una gran cantidad
de sentido común. Pese a que parezca lo lógico. Pese a que parezca el
último reducto, por ejemplo, de lo exigible a nuestros responsables
políticos, a nuestros médicos, a nuestros profesores...
El sentido común es
englobado por Rorty dentro de las características del discurso
metafísico. Es una característica fundamental del razonador clásico.
Pero bien, lo interesante es preguntarse: ¿qué significa poseer sentido común?
Poseer
sentido común es más arriesgado de lo que, en un principio, pudiera
parecer. Pues poseer sentido común significa dar por sentado que nuestro
léxico último, es decir la base para la justificación de nuestras ideas
(nuestros fundamentos lingüísticos que son injustificables; nuestros
axiomas) si es último en algún sentido, es porque es verdadero. Es
decir, el sentido común da un gran paso entre la no-justificación de
nuestro léxico último (por razones de base), a la convicción de que ni
es justificable es porque no es verdadero. Osease, el sentido común no
se cuestiona nuestro léxico último.
Así,
partiendo de la base, se produce el efecto siguiente: poseer sentido
común significa no cuestionarse los fundamentos de nuestro mundo y
nuestro conocimiento.
Una
postura tan lógica, tan predicada y tan querida, es incompatible, por
ejemplo, con el desarrollo científico: ¿cómo hubiera sido posible todo
avance hasta el momento sin cuestionarse las ideas (muchas veces
preconcebidas) de cada campo?, ¿cómo será posible seguir avanzando si no
seguimos cuestionando las ideas que ahora damos por sentadas?
No
es cuestión de caer en un escepticismo facilón y creer que ningún
conocimiento es posible. Pero si que es importante no apalancar ningún
conocimiento. La crítica. He ahí la mayor enemiga del sentido común.
Quizás por esto, la palabra crítica sea concebida
en un ámbito coloquial con una connotación negativa. Y no debiera
serlo. La crítica es la que nos hace fuertes. La crítica significa
juzgar continuamente algo, no para destruirlo sino para observar si es
lo suficientemente fuerte para prosperar. Y si no prospera es porque no
merece la pena.
Tener
sentido común es, en realidad, fácil. Y cómodo. Acceder a un paquete de
ideas, de conocimientos, de palabras... de mundo, en definitiva.
Acceder, decía, y no cuestionarse nunca la validez o la idoneidad de
esto y aquello. Es, realmente, cómodo.
A
veces también es un requerimiento. Tener sentido común puede sernos
útil en muchas ocasiones. El
cuestionamiento perpetuo puede ser agotador. Pero no se puede predicar
el sentido común como manual de vida. El sentido común ha hecho poco por
la humanidad. Hubiera sido de sentido común no cuestionar a nuestras
autoridades intelectuales: Platón, Kant, Newton, Einstein... Pero sin
ese pertinente cuestionamiento... Mejor hubiera sido criar escribas,
muchos escribas. Para hacer copias y más copias.
Y
en tú vida personal: cuestiónate que está bien o que está mal. O que es
lo más idóneo en cada momento. No des por supuesto que lo que dicen de
ti, o lo que te dicen sobre algo, es lo que vale. Cuestionarse las cosas
no es negarlas, pero tampoco es afirmarlas de primera. Es evaluarlas.
¿Acaso no es esto algo sensato?
Por
ello he considerado tan interesante indagar en algo así como una
"filosofía del humor", porque el humor rehuye de este sentido común. Sin
ser una herramienta para el conocimiento, sin pretender armar teoría
alguna,
es una herramienta de cuestionamiento que, incluso aún cuando parece
absurdo, nos abre la mente mucho más allá de lo que nuestro queridísimo
sentido común, pudiera hacer nunca.
Alex Mesa
21-02-2013
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